Buscar este blog

martes, 12 de junio de 2012

Irreflexiones (XI): Corrigiendo lo incorregible

Bueno, vamos a contar la última historia sucedida en nuestra queridísima facultad...

Como todo el mundo que ha estudiado en ella sabe, tenemos el gran honor [ironic] de contar entre nuestro profesorado con cierto profesor (griego) para impartir dos de las asignaturas (al menos). Y si todo el mundo conoce a este profesor, no es porque sea uno de los mejores, de los más estimados, o de los que hacen su asignatura interesante... No. Más bien al contrario. Este profesor sabrá mucho de sus asignaturas (que sabe), tendrá una cabeza inteligente y todo lo que quiera, pero no sabe enseñar. Ya está, es así, y punto concluido. Mi pregunta (y la de muchos) es: ¿para qué se contrata a gente que no sabe enseñar, si se supone que lo que tienen que hacer es precisamente eso? Contratar a una persona porque es brillante en su campo, o porque investiga estupendamente y publica unos libros y unos artículos maravillosos, para enseñar una asignatura no tiene ni pies ni cabeza. Y no me malentiendan: no quiero decir que un buen profesor no pueda ser una persona brillante y buen investigador, sino que una persona con todas esas cualidades no tiene por qué saber enseñar.