
El otro día, sobre las 00:03 de la noche, me fui a la cama. Como tengo constumbre de leer antes de dormir, cogí mi libro de Harry Potter y el cáliz de fuego (¿algún problema?) y me dispuse a apoyarme sobre la pared, sentada en la cama, para leer un poco antes de dormir. Pero ¡oh, dilema! Se me olvidaba que mi querida madre me ha colocado un cabecero en la cama. ¡¡Un cabecero!! Claro, eso dificultaba mucho mi colocación, ya que tenía unos barrotes que me parece a mí que los han hecho expresamente para que la gente deje de leer en la cama, porque se te clavan que es un gusto. Yo creo que han pensado que así se ahorraría papel, los árboles vivirían más y todo sería mucho más verde y bonito, porque la gente no compraría libros para leer en la cama porque se quedaría clavada en los cabeceros. ¡Pues no! ¡Me niego!
Aguanté un rato, previa colocación de un cojín entre el cabecero y yo (no me iba a dejar vencer tan fácilmente, ¡o que os creéis!), y luego me acosté. Pero el cabecero volvió a la carga.